En el corazón del Sahel –la banda semidesértica que se extiende al
sur del Sahara- se está fraguando una crisis que algunos diplomáticos
africanos describen ya como "el Afganistán de África occidental".
Al
grito de "Alá es grande", grupos de islamistas destruyen monumentos
religiosos en la legendaria ciudad de Tombuctú que, a ojos del islam
riguroso que practican, son pecado.
Esa fue quizá la imagen de
Azawad que captó mayor atención de la prensa internacional desde que ese
territorio del norte de Mali, en el noroeste de África, declaró
unilateralmente su independencia el pasado 26 de abril tras una rebelión
tuareg.
Desde entonces, los islamistas se hicieron con el control
de grandes áreas, se implantó la Sharía o ley islámica en las
principales ciudades y ningún estado reconoció al nuevo país. Más bien
al contrario.
Mientras los vecinos
reclaman una intervención internacional, Europa mira con desconfianza la
consolidación de un refugio para Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) a
escasos 2.000 kilómetros de sus costas.
"Hasta hace unos meses,
los campos de entrenamiento de AQMI en las zonas fronterizas entre Mali,
Niger y Mauritania eran móviles porque estaban sometidos a presión.
Ahora las posibilidades de establecer campos más estables son mayores y
hay informaciones sobre presencia de combatientes y entrenadores de
Pakistán y Afganistán", le dice a BBC Mundo Valentina Soria, experta en
antiterrorismo del centro de estudios británico
Royal United Services Institute.
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Del Azawad a Gadafi
Pero,
¿cómo esta región con una extensión similar a la de Paraguay y una
población de poco más de dos millones llega a ser comparada con
Afganistán?
La respuesta hay que buscarla dentro de Mali y en uno
de los acontecimientos clave de los últimos tiempos en región: la muerte
de Gadafi.
En marzo, un grupo de militares tomó por la fuerza el
control del gobierno de Mali bajo el argumento de que no se estaba
respondiendo de forma contundente a la rebelión tuareg, activa desde
enero.
El caos político derivado de ese golpe tuvo un efecto
búmeran y despejó el camino de la "independencia" a los rebeldes del
norte.
El segundo detonante de la revuelta fue el desmoronamiento
del régimen de Gadafi, a cuyo servicio trabajaron durante años muchos de
los independentistas tuaregs.
Lea también: Las consecuencias inesperadas de la caída de Gadafi
"Tras
la caída de Gadafi, los rebeldes tuaregs volvieron más entrenados y
fueron capaces de vencer al ejército. A esto cabe sumar la
disponibilidad de armas y de equipamiento abandonado tras el colapso del
régimen", señala Soria.
La "rebelión secuestrada"
Pero
los secesionistas –agrupados en torno al Movimiento Nacional para la
Liberación de Azawad, de carácter laico- no actuaron solos.
Durante
el levantamiento contaron con la colaboración de diversos grupos
islamistas, especialmente Ansar Dine, al que se acusa de tener vínculos
con AQMI.
"La única lógica que unía a ambos grupos es que el
enemigo de mi enemigo es mi amigo. De una forma u otra los dos grupos se
querían enfrentar a las autoridades de un Estado muy débil en Mali", le
dice a BBC Mundo Cristina Barrios, profesora en el Instituto de
Investigación y Enseñanza de la Negociación de París.
"No
son las mismas reivindicaciones. La de los tuaregs del Azawad tiene un
sentido territorial. La de los movimientos islamistas es transnacional y
lo que realmente pretenden es la implantación de un estilo de vida",
agrega.
Ahora, ambos grupos están enfrentados, combaten entre sí, y el balance de fuerzas está basculando.
En palabras del editor de la BBC para África, los islamistas "secuestraron la rebelión".
Al Qaeda en el Magreb
Y,
advierten, esta región que ya era de facto un refugio para AQMI -que
lleva años secuestrando occidentales en la zona- se está consolidando
como un terreno en el que el grupo opera con libertad.
Para
algunos expertos, la solución a esta crisis pasa por una acción militar
internacional en Azawad y por consolidar el gobierno de transición y las
instituciones en Mali.
Pero esto plantea otra cuestión espinosa: ¿quién y cómo intervenir?
"La
autoridad de la ONU es indispensable para que no sea una fuerza de
injerencia. Sobre el terreno, en África del oeste la Comunidad Económica
de Estados de África Occidental (CEEAO) tiene mucho peso y en Mali hay
un reclamo de mantener la solución del conflicto dentro de África",
apunta Barrios.
¿Intervención militar?
Los países vecinos –de la mano de la CEEAO- buscan la bendición de la ONU para enviar 3.000 soldados a la zona.
Sin embargo, el Consejo de Seguridad –por el momento- decidió no autorizar esa acción.
"Necesitamos
un plan más claro, más información sobre los objetivos", le dijo a la
BBC un funcionario de la ONU el viernes pasado.
"Pese
a las buenas intenciones y la retórica, no se ha hecho nada. Para
Estados Unidos la principal preocupación ahora es Medio Oriente. A
Europa le afecta más directamente, pero hasta que el problema no sea una
amenaza directa a la seguridad, no creo que sea una de las
preocupaciones principales", agrega Soria.
Sólo tres meses después
de su "nacimiento", pocos parecen creer que el Estado Independiente de
Azawad vaya a consolidarse como país independiente.
Lea también: El prolongado misterio de Tombuctú
En
cambio, cada vez son más las voces que auguran un conflicto largo que,
aseguran, podría durar "meses e incluso años" y desbordar las difusas
fronteras del norte de Mali.
Fuente: BBCMundo
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