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El RETO SARS-CoV-2 aka PLANdemia COVID: PRUEBA TÚ TEORÍA QUE EXISTE UN VIRUS!

  FINALMENTE el gran Debate para desmontar - desenmascarar la GRAN farsa del coronavirus SARS-CoV-2 aka PLANdemia COVID.  El RETO PRUEBA TÚ TEORÍA QUE EXISTE UN VIRUS! Los médicos por la verdad de Terreno versus los médicos y científicos que creen en la teoría de germenes de Louis Pasteur.  PARA sorpresa el primero en aceptar el reto es el Dr Mike Yeadon, ex virologo y vacunologo de Pfizer.  Se seleccionarán 5 laboratorios de virologia y se en enviarán 3 muestras de virus de 20 personas de los cuales los laboratorios no saben cuales son, es decir a ciegas. 1 de Influenza A 1 de SARS-CoV-2 1 de cáncer de pulmón  Fase 1aislar y purificar el virus  Fase 2 secuenciar el genoma del virus.  Al día de hoy nadie ha aislado, purificado y secuenciado el coronavirus SARS-CoV-2.  Cómo sabemos que supuestamente existe porque en enero 2020 el Dr alemán Christian Drosten aka Mengele Eichmann hizo la prueba PCR hisopado en una computadora insilico y en menos de 24 horas la OMS le aprobó el pape

LOS PROFETAS DEL NUEVO TESTAMENTO Y LA PROFECÍA HOY



Por Wayne Grudem

Es sabido que el cesacionismo rechaza la idea de que Dios continúe revelándose por medio de los antiguos modos, por eso es importante trabajar el concepto de profecía en la Escritura. La profecía fue uno de los medios más importantes que Dios usó, y es también uno de los dones que los continuistas creen que aún son existentes y necesarios para la vida de la iglesia. Hablando sobre este don, Jack Deere dice “ellos nos son dados como instrumentos para edificar al cuerpo (1 Co. 12.7). Por eso no podemos prescindir de ellos.” (1995, pp. 162–163).

Grudem termina su libro El Don de Profecía con un capítulo que trata de la importancia del don de profecía para hoy. Él muestra tres beneficios que la iglesia tendría si permitiera que la profecía se usara en ella. Primero él afirma que “si el argumento presentado aquí es correcto, negligenciar la profecía es desobedecer las Escrituras” (2004, p. 296)[1].

En segundo lugar, él dice que “si usamos este don, él indubitablemente adicionará un elemento de proximidad a Dios y de sensibilidad a sus orientaciones en nuestra caminata diaria” (2004, p. 296).

Finalmente, en tercer lugar, él dice “estoy convencido de que, si el don de profecía fuera permitido, por lo menos en algunas reuniones de la iglesia, ella sumará gran medida de vitalidad y adoración y acrecentará el sentido de reverencia que experimentaremos al ver a Dios obrando en ese lugar” (2004, p. 297).  Si el argumento de Grudem fuera correcto, probablemente estas conclusiones también lo serían. Por eso la necesidad de estudiar la Escritura para verificar la necesidad de estos dones hoy.


Al contrario de lo que se piensa popularmente, la profecía no debe ser definida como predicción del futuro, sino como una “proclamación de una revelación divina que ocasionalmente también puede incluir la predicción de eventos futuros.” (ROBERTSON, 1999, p. 8). Esto es importante para afirmar la continuidad o cesación de la profecía, pues quien quiera afirmar que profetiza, no solamente debe afirmar que hizo una predicción del futuro, sino que también debe afirmar que lo hizo recibiendo una revelación directa de parte de Dios.

El movimiento profético en la Escritura comienza con Moisés y en ese periodo alcanza su auge. Del profetismo de Moisés, usando algunos textos del Pentateuco, podemos aprender que el profeta es el medio usado por Dios.

En Éxodo 7.1-2 Dios coloca a Aarón como profeta de Moisés. Aarón tendría la misma autoridad que su hermano en representación suya. El texto dice “Entonces el SEÑOR dijo a Moisés: Mira, yo te hago como Dios para Faraón, y tu hermano Aarón será tu profeta. Tú hablarás todo lo que yo te mande, y Aarón tu hermano hablará a Faraón, para que deje salir de su tierra a los hijos de Israel.” Robertson afirma que “Aunque la palabra de Dios, originándose con Moisés, sea intermediada por Aarón, no llega al Faraón con una autoridad reducida” (1999, p. 10).

En Éxodo 4.15-16 se ve como el profeta no recibe solamente las ideas o pensamientos, sino que las palabras. Dios dice “Y tú le hablarás, y pondrás las palabras en su boca; y yo estaré con tu boca y con su boca y os enseñaré lo que habéis de hacer.  Además, él hablará por ti al pueblo; y él te servirá como boca y tú serás para él como Dios.” El profeta es la “boca” de quien habla por medio de él. Esto es afirmado por el mismo Grudem que acerca de los profetas del Antiguo Testamento dice:

La autoridad de los mensajeros de Dios – los profetas – no estaba limitada al contenido general o simplemente a las ideas principales de sus mensajes. En lugar de eso, afirmaban repetidamente que sus palabras eran las palabras de Dios, entregadas a ellos para que fueran llevadas al pueblo. (2004, p. 24)
Deuteronomio 18 descibe como cualquier cosa que substituya la palabra revelatoria de Dios debe ser completamente rechazada. También es importante lo que Moisés dice en el versículo 15. Dios mismo suscitaría un profeta como él, refiriéndose a Cristo. Cristo es el mediador profético entre Dios y el pueblo. Robertson afirma

El escritor de la epístola a los Hebreos habla de la finalidad de la revelación profética como encontrada en Jesucristo. Dios habló previamente de muchas y diferentes maneras, a través de muchos y diferentes mediadores proféticos. Pero Él ahora ha hablado definitivamente por la mediación del Hijo (Hb. 1.1) (1999, p. 9).

En el Nuevo Testamento se repite, después de muchos años, la experiencia profética. En Pentecostés se cumple la profecía de Joel que afirmaba que con la llegada de los últimos tiempos Dios derramaría su Espíritu y se cumpliría lo dicho en Números 12.6: “Él dijo: Oíd ahora mis palabras: Si entre vosotros hay profeta, yo, el SEÑOR, me manifestaré a él en visión. Hablaré con él en sueños.” Por esto, Knight III afirma que en el Nuevo Testamento, profetizar significa “la capacidad de hablar las palabras que Dios da a quien profetiza” (1998, p. 11).  El fenómeno veterotestamentario continúa en esencia siendo igual en el Nuevo Testamento. El profeta continúa entregando revelaciones acerca de Dios y venidas directamente de Dios por medio de la boca del profeta. Profetizar, profeta y profecía son tres conceptos que están siempre juntos. Se deja de existir uno de ellos, los otros también dejan de existir.

Aquí se encuentra la gran diferencia de la posición cesacionista con la posición de continuistas como Grudem o Piper. Para Grudem, los verdaderos profetas del Nuevo Testamento son los apóstoles y no los profetas. “No es sorpresa que, al leer el NT, encontremos varias ocasiones en que los apóstoles estén ligados a los profeta del AT. Pero los profetas del NT, en contraste, en ningún momento están unidos de la misma manera a los profetas del AT” (GRUDEM, 2004, p. 32). Este argumento está basado en la interpretación que Grudem hace de Efesios 2:20, que posteriormente estaré tratando aquí en el blog. Interpretación que demostraré ser equivocada. Los apóstoles y los profetas (del AT y el NT) son el fundamento de la iglesia.

Piper afirma que hoy existen profetas falibles. En la conclusión de su sermón “La autoridad y naturaleza del don de profecía” él afirma que

Necesitamos crear una categoría en nuestro pensamiento para un tipo de discurso que nace del Espíritu, es sustentado por el Espíritu, que tiene raíz en la revelación, y que necesita ser probado y discernido. Necesitamos otra categoría de profetas al lado de aquella de los verdaderos profetas. En un lado aquel que habla con inspiración verbal infalible (los profetas autores bíblicos, más Jesús y los apóstoles), y los falsos profetas, que son condenados en Deuteronomio 13.3; 18.20 (cf. Jeremías 23.16). La enseñanza que encontramos en la Biblia acerca de la profecía no se acaba simplemente con esas dos categorías. Necesitamos de una tercera categoría para el “don espiritual de profecía” – que nace del Espíritu, es sustentado por el Espíritu, que tiene raíz en la revelación, pero que está mezclado con la imperfección y falibilidad humana, y que necesitar ser probado. (1990)

Grudem también afirma la falibilidad de la profecía desde el momento de su definición. Él afirma que
La profecía consiste de las palabras meramente humanas relatando algo que Dios trae a la mente.
En términos prácticos, significa que a profecía de instrucción ética (“Usted no debe cambiarse de ciudad”; “Usted debe dejar su empleo y dedicar su tiempo a la predicación”; “Usted debe casarse con tal joven”) no siempre debe, obligatoriamente, ser considerada divina (por ejemplo, desobedecerla no es lo mismo que desobedecer a Dios), pero debe ser vista como un relato bastante próximo (pero no infalible) del profeta sobre alfo que él cree (aunque no tenga la plena certeza) haber sido revelado por Dios (2004, p. 180).

Grudem ya había sido citado afirmando la infalibilidad de los profetas en el Antiguo Testamento. ¿Por qué él cree que la profecía cambió tan drásticamente? En los capítulos tres y cuatro del libro “El don de profecía”, Grudem presenta lo que él llama ejemplos de “profecía congregacional común” (2004, p. 112). Toda la argumentación de Grudem descanza en una aparente discontinuidad de la profecía. En esa presuposición está el error de Grudem. Aquella discontinuidad no existe. En la “profecía del Antiguo Testamento sobre la profecía en el Nuevo Testamento” (Joel 2.28-32) se lee que el profeta dice “Y sucederá que después de esto, derramaré mi Espíritu sobre toda carne; y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán” (Joel 2:28a). Joel usa aquí la palabra que es común en todo el Antiguo Testamento para referirse a la profecía (נָבָא). Él indica también como sucederá eso: “vuestros ancianos soñarán sueños, vuestros jóvenes verán visiones” (Joel 2:28b). Las palabras que Joel usa son palabras sacadas de Números 12.6, donde Dios habla de su provisión de profetas para su pueblo. Joel profetizó que en el futuro acontecería lo que Dios había dicho en Números. Pedro, cuando explica lo que aconteció en Pentecostés, cita a Joel y afirma que la profecía sobre la profecía se cumplió (Hechos 2.16-21). Dios estaba dando profetas a su pueblo: profetas del mismo tipo que los profetas del Antiguo Testamento.

La asociación que Pablo hace entre los apóstoles y los profetas junto a la importancia que Pablo da al don de profecía muestran el gran prestigio que ellos tenían en la iglesia apostólica.
Los profetas también se unieron a los apóstoles como receptores de la revelación especial acerca de la participación de los gentiles en la iglesia (Ef. 3.5-10). La doctrina revelada por medio de ellos en el contexto de Efesios 3 con relación al misterio de la inclusión de judíos y gentiles en un cuerpo universal de Cristo. (FARNELL, 2001, p. 174)

Grudem argumenta que si los profetas del Nuevo Testamento eran desafiados o cuestionados no tenían la misma autoridad de los profetas del Antiguo Testamento, pero la visión de Grudem acerca de los profetas del Antiguo Testamento no es real. Hay, al menos, cuatro hechos que muestran que los profetas del AT no gozaban de una autoridad incuestionable. Primero, los judíos frecuentemente los desobedecían (1 Sam 13.8-24; Jer 36.1-32) y hasta los mataban (1 re 19.1-3). Segundo, no todos los profetas tenían el mismo grado de reconocimiento por parte del pueblo. Tercero, el pueblo muchas veces se coloca contra lo que los profetas decían. Cuarto, según la tradición judío, algunos de los profetas fueron torturados y asesinados, pero no prestigiados. (FARNELL, 2001).

En Deuteronomio 13.1-5 es claro que los profetas siempre eran probados y aquel que entregara una profecía falsa debía ser muerto. Esa evaluación de los profetas del Antiguo Testamento no indica que la profecía fuera menos que infalible.

En último lugar, en las palabras de Pedro, los profetas son hombres que hablan de parte de Dios, movidos por el Espíritu Santo (2 Pe 1.21). La profecía tiene un carácter revelacional. La palabra profética es segura. Los profetas del Nuevo Testamento recibían los misterios de parte de Dios (Ef 3.2-3), siendo estos misterios, según el uso neotestamentario de la palabra, revelación de cosas que no podrían ser conocidas si no fuera por la revelación directa de Dios.

Si el don de profecía en el Nuevo Testamento es igual al del Antiguo Testamento y ambos son dones revelacionales, se concluye que no hay ninguna base para afirmar una diferencia entre profetas y que el don de profecía no es un don contemporáneo (a no ser que alguien quiera afirmar que hoy la profecía es inerrante y que podamos matar a todo profeta que profetice falsamente). El autor de Hebreos afirma que fue en el pasado que Dios habló por medio de profetas. La profecía dejó de tener sentido después de su cumplimiento en Cristo. El periodo apostólico fue un periodo único en la historia de la iglesia, por eso “todas las exhortaciones del Nuevo Testamento relacionadas a la profecía ya no son prescriptivas para nosotros que vivimos después del periodo fundacional de los apóstoles y profetas, que ya cesó.” (KNIGHT III, 1998, p. 30).

Fuente: Contralaapostasia

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